Sorpresas y adversidad: una expedición al Campo de Hielo Norte
Durante febrero y marzo de 2021, dos exploradores chilenos intentaron realizar el cruce longitudinal de la tercera mayor extensión de hielos del mundo. Lee aquí su historia cargada de vicisitudes.
EL HIELO
Son alrededor de 4.200 km2 de hielo: aproximadamente 120 km de largo en el sentido norte-sur y 50 a 70 km de ancho. El Campo de Hielo Patagónico Norte, emplazado en la región de Aysén, posee una extraña geomorfología por pliegues, lo que da forma a increíbles cortes en el paisaje y desniveles abruptos. Además, tiene la particularidad de poseer uno de los climas más extremos del mundo por su altitud y latitud y por la influencia marítima. Esto lo hace especial, en extremo húmedo, lluvioso y con una variedad impresionante en el tiempo: en un solo día puedes vivir las cuatro estaciones del año. Por otro lado, los efectos del cambio climático también están acelerando los movimientos en esta zona: los ventisqueros están retrocediendo y, también, hay fenómenos que se están volviendo cada vez más recurrentes, como los así llamados “GLOF” (abreviación para “Glacier lake outburst flood”). Un GLOF es una inundación causada por un desborde violento de un lago glacial. Pasa porque el elemento de contención (el hielo o una morrena) falla y entonces ocurre un drenaje, que puede ser muy peligroso para quien esté situado más abajo.
Con Cristián Donoso estábamos conscientes de esto. Sabíamos que enfrentar el Campo de Hielo suponía una constante incertidumbre. Especialmente delicada sería la parte del acceso de ingreso y la salida, ya que este verano 2021 se caracterizó por presentar las temperaturas más altas y los días de sol más prolongados en los últimos años, algo que en lo personal yo venía monitoreando y comparando desde hacía 5 años.
Un ventisquero es un lugar en la parte alta de una montaña donde se conservan la nieve y el hielo incluso en verano. Foto: Harry Brito.
EL OBJETIVO
El plan original consistía en realizar la primera travesía longitudinal integral, de sur a norte, del Campo de Hielo Norte. Es ésta una de las últimas travesías glaciares de largo aliento que quedan pendientes a nivel mundial. La aventura cataloga, por lo tanto, como una verdadera exploración e incluye, a su vez, no sólo manejo de técnicas de montaña, progresión en glaciar y orientación, sino también el uso de packraft en los tramos de inicio y término. La parte más difícil o “crux” de la travesía sería encarar los más de 1.000 m de descensos con cuerda (rápel) al oeste de la cara norte del monte San Valentín, la montaña más alta de la Patagonia con 3.910 m.
Hasta el momento, la travesía longitudinal más extensa realizada en este campo de hielo sólo ha cubierto ¾ de su largo, sin abarcar la sección norte, la más difícil. Nosotros nos habíamos propuesto completar el recorrido.
Esto es algo que veníamos planificando desde el año 2019. La preparación incluyó varias salidas de entrenamiento y expediciones previas, entendiendo que este tipo de travesía no es fácil y que diversos intentos habían terminado, con anterioridad, en tragedias.
EL INICIO
Nuestro plan original era salir desde Puerto Montt el 25 de enero del 2021. Pero este año nos tocó enfrentar algo distinto: una pandemia en pleno verano. Casi toda la región de Los Lagos estaba en cuarentena. Esto nos afectó mucho, ya que solo para salir del puerto por la Ruta 7 había que pasar por más de 3 controles y cordones sanitarios muy estrictos. Esto implicó el retraso del plan. Y así fue como se postergó hasta el 11 de febrero, fecha en que ya se podía viajar.
Es importante aclarar que nos realizamos el examen PCR por responsabilidad, para ingresar a la región de Aysén sin problemas. Una vez allí, sentimos una gran alegría, ya que por fin nos estábamos acercando al objetivo. Sin embargo, el retraso nos tenía inquietos, porque teníamos clarísimo que mientras más tiempo pasaba, la época estival se nos iba como agua entre los dedos. Los días de máximo sol ocurren en febrero y ahí también están las mejores “ventanas”. Pero, a la vez, también nos preocupaba el excesivo calor que se sentía por todas partes, porque esto vuelve inestable a los hielos.
Llegamos a Puerto Tranquilo al tercer día de viaje, para luego proseguir al sector del glaciar Grosse. Allí, Cristián y yo nos habíamos propuesto realizar una inspección, para tener clara nuestra salida y bajada de la travesía, ya que la zona es catalogada como extremadamente peligrosa y delicada, primero por ser exposición norte y, en segundo lugar, por presentar un corte de desnivel de más de 2.000 m de roca metamórfica (es decir, roca inestable) y hielo que cae de manera vertical. En nuestra visita pudimos constatar cómo el glaciar Grosse, cubierto de rocas, tenía muchos conductos acuíferos y grandes lagunas al interior del glaciar (algo que se ha vuelto más frecuente en los últimos años).
LA APROXIMACIÓN
Una vez ya revisada la salida por donde habríamos de retornar, emprendimos el viaje con rumbo a Caleta Tortel. Llegamos el 20 de febrero, en un día oscuro y de lluvia, algo común para la zona. Con una mezcla de motivación e incertidumbre cargamos nuestras cosas en una embarcación local para zarpar al día siguiente hacia el fiordo Steffen. Aquella noche, aún con señal y dejando listo cada detalle logístico hasta altas horas de la noche para ingresar a los hielos aislados, nos advirtieron acerca de la crecida del río Huemules, área por donde tendríamos que acceder al campo. Esto, sin duda, nos preocupó bastante.
Al día siguiente el día amaneció hermoso y la navegación fue muy tranquila, con un paisaje simplemente armonioso. Lo pasamos junto a la familia Vargas, la que vive y conoce bien el valle Huemules, en el sector Steffen.
Según el plan, al llegar a Steffen (donde desemboca el río Huemules), nuestro itinerario habría de seguir en lancha hasta el lago por el glaciar Steffen y, desde allí, habría que empezar la otra etapa: el cruce en lancha, a caballo y el porteo del equipo, todo lo cual teníamos pensado que podríamos realizar en unos tres días. Pero entonces, un aviso de la D.G.A. nos alertó que venía un desborde del río.
En este punto comenzó la verdadera hazaña. Suele pasar que muchas veces planificamos y trazamos todo muy bien y con mucho orden en nuestra mente, pero al final es la naturaleza quien nos conduce a ver y actuar de forma diferente. Cuando llegamos al sector Steffen, nos tocó ver la gran crecida del río, mucho más allá de lo habitual. Se trataba, en efecto, de un GLOF. No fue fácil llegar al lago Steffen, ya que con gran dificultad llegamos a un galpón en donde tuvimos que quedarnos varios días para capear el fenómeno. Desde ahí oíamos los estruendos: el río arrancaba con gran fuerza los árboles, coigües centenarios, y movía rocas más grandes que un vehículo. Según los habitantes locales, se trataba del GLOF más grande de los últimos 15 años. Y, mientras estábamos en el galpón, la familia que nos acompañó tuvo que ir al rescate de su hijo que estaba más arriba del río; también vimos a un helicóptero que estaba evacuando a personas que estaban cercanos al cauce. Con Cristián estábamos perplejos. El río, de hecho, casi se llevó una casa donde residía una señora más arriba del galpón donde estábamos. Fue realmente impresionante ser testigo de tanta fuerza desatada.
La logística se complicó mucho. El Campo de Hielo parecía inaccesible; todavía estábamos muy lejos de él y faltaban cruces de más ríos, además del porteo con caballos en una zona donde no existen senderos.
Así pasaron los días y con Cristián sabíamos que el tiempo no nos sobraba. Reanudamos la marcha y entonces llegamos a un tramo en donde había que continuar en bote. Pero este bote de madera, producto del GLOF, estaba literalmente enterrado en el bosque. Tuvimos que sacarlo como fuera (a caballos y a pulso), entre el lodo y los pantanos ocasionados por la inundación. Fue algo muy desgastante. Una vez que logramos sacar el bote, seguimos con toda nuestra logística hasta un punto cercano al lago Tobiano (más arriba del río Huemules). La idea era pasar en bote para llegar al punto de porteo con pilcheros, pero la naturaleza cambió de repente, el río modificó su estado, y ya no se podía cruzar: de pronto, había aparecido un salto correntoso de más de un metro. Esto nos obligó a adaptarnos, a buscar otro paso. Seguimos a pie hasta una casa (la última casa del sector de la familia) en medio de un paisaje agreste y dominado por el hielo y los cipreses. Fue ahí cuando la familia Vargas se percató de que, producto de la crecida, había perdido varios animales –el sustento de su vida– y un bote.
Tras unos días, el salto correntoso bajó su intensidad y pudimos pasar con el bote de madera. Era fines de febrero cuando recién empezamos a caminar para acceder al hielo. El equipo lo llevaban los pilcheros (más de 80 kg de carga y logística) y también nuestras mochilas iban muy cargadas. Este tramo no fue fácil, porque no existe una ruta: nosotros teníamos que abrir la huella, pasando entre turbas y también usando machetes, moviendo troncos podridos y rocas para poder pasar. Tardamos 2 días en llegar hasta el punto donde ya no pueden seguir los caballos.
LOS HIELOS
Una vez ya solos con Cristián y todo nuestro equipo, nos vimos enfrentados al esfuerzo de portear grandes cargas por terreno de turba. Tardamos 4 días en llegar al hielo. En esos días nos tocó de todo: desde tormentas eléctricas hasta lluvias torrenciales con crecidas de ríos. Entonces, de pronto, descubrimos una zona a la que llamamos “El Portal”: era nuestro acceso al hielo, ¡por fin! Era un entorno completamente inexplorado y maravilloso.
Sin embargo, esta expedición parecía presentar un obstáculo tras otro. Al momento de planificar y estudiar esta zona, habíamos pensado entrar al campo por el glaciar Steffen, pero no por la zona donde hay muchas fracturas de hielo, sino por una zona que se llama glaciar HPN 4. Creíamos que esta área sería más amigable para el tránsito. Sin embargo, cuando llegamos allí, nos encontramos con otra sorpresa: había más de 10 km de grietas. Era transitable, pero avanzar con todo el peso que llevábamos a cuestas se habría tornado en algo demasiado lento… y eso que teníamos aún 100 km de Campo de Hielo por delante.
LA GRAN DECISIÓN
Con Cristián estábamos muy conscientes de algo: si llegábamos a entrar al Campo de Hielo Norte, no había vuelta atrás, no había opción de volver. Pasara lo que pasara, habría que avanzar, porque la única salida era por el norte.
No obstante, el principal problema eran los tiempos. Primero, las cuarentenas nos habían retrasado mucho; luego el fenómeno del GLOF, que cambió nuestro itinerario. Las ventanas de buen tiempo se habían ido con nuestro retraso. Marzo no garantizaba condiciones estables; en el pasado, se había caracterizado por ser un mes lluvioso en esta zona, con periodos de tormenta más largos. En resumen, según nuestra planificación, tanto el tiempo de regreso como el de reserva ya lo habíamos ocupado y no teníamos ya margen alguno. Si seguíamos, habríamos tenido que llegar en abril al glaciar Grosse y todavía bajar a Tortel, de alguna forma, para buscar el auto. La situación con la pandemia misma también nos suscitaba dudas; además, el retorno a nuestros trabajos y demás deberes cotidianos (con fechas ya acordadas). También nuestros seres queridos, sin noticias nuestras por tantos días, se habrían preocupado muchísimo. En fin, nuestras cabezas estaban revueltas y nuestros corazones, apretados. Personalmente, yo sentía que estaba en un buen momento, tanto físico como mental. Pero tenía también la intuición de que las cosas pasan por algo y que la naturaleza, en este caso, nos estaba mostrando un camino. Así, el martes 9 de marzo tuvimos que tomar una decisión dolorosa: emprender la retirada.
EL REGRESO
Si bien ya conocíamos la ruta de regreso, no fue sencillo seguirla. Había que trasladar 80 kg de peso, las lesiones estaban a la orden del día, estábamos los dos solos, etc. Teníamos encima la presión de que no podían surgir errores y que teníamos que valernos por cuenta propia.
Demoramos bastante en recorrer este tramo. Nuestro objetivo era llegar al Lago Tobiano, donde queda la casa de la familia Vargas. Aprovechamos los días de sol para avanzar (más de 13 km); rodeamos lagos y metimos botas y pantalones al río. Pero también estuvimos atrapados en días de tormenta, con crecidas de ríos, rayos y truenos y una lluvia que superó los 40 mm en un día.
UN ESCENARIO DIFÍCIL
Al estar en el borde del Campo de Hielo pude ser testigo de cómo cambian las condiciones: de forma muy drástica, abrupta. Un día soleado en ese lugar puede ser el paraíso, pero con lluvia es abominable. Por ejemplo, tuvimos que cruzar esteros donde cada 20 minutos subía el nivel del agua y no solo subía, sino que también arrastraba rocas y material con una fuerza descomunal; hubo ocasiones en las que tuvimos que cruzar con el agua literalmente hasta el abdomen y con la mochila de 30 kilos en la espalda. Ambos terminamos mojados hasta los calzoncillos y entumecidos había que hacerse de ánimos para llegar al objetivo (la casa de la familia Vargas). Todo lo que estaba dentro de la mochila estaba mojado, a pesar de que habíamos empleado bolsas secas y llevábamos la mejor vestimenta, con la mejor tecnología impermeable. Todo era pura pura agua.
Finalmente, pasamos por la casa, donde recuperamos fuerzas para poder continuar. Después de 2 días, logramos encontrarnos con la familia que nos había traído al sector Steffen y entonces pudimos coordinar nuestro retorno a Tortel.
QUÉ PUEDO DESTACAR DEL LA EXPEDICIÓN
- Expedición y pandemia:
Para este tipo de expedición se requiere de una planificación muy bien elaborada y es necesario considerar un plan b e incluso un plan c. Pero, en nuestro caso, enfrentamos algo nuevo: la pandemia del Coronavirus. Como ya indiqué, la expedición la veníamos planificando desde 2019 y todo el 2020 estuvimos muy atentos a este escenario, considerando la posibilidad de suspender la expedición por lo difícil que resultaba viajar. Finalmente, nos jugó en contra la extensión de la cuarentena en la Región de los Lagos, algo contra lo que no podíamos hacer nada. Lo más complejo es que todo puede cambiar de una semana a la otra; las restricciones fueron estrictas y fue difícil lidiar con esto.
- Cambio climático:
Como nunca, este año 2021 fue “bueno” en términos de “ventanas de buen tiempo” y muy seco, con temperaturas que llegaron a los 30ºC, sobre todo en febrero. El GLOF, un fenómeno cada vez es más frecuente y más grande, causó estragos en el paisaje, modificándolo, así como también alteró la vida humana en sus alrededores. La familia Vargas nunca había experimentado algo así y esto ha obligado a los habitantes a desplazarse a otros lugares. Es, pues, una muestra más de los efectos del cambio climático, algo de lo cual nos tocó ser testigos.
- Vida y objetivo:
Si bien no logramos nuestro objetivo, Cristián y yo estamos sanos y salvos. Fue una experiencia intensa. Sin embargo, esto no nos desalienta. Tenemos en mente volver más adelante. ¡Aún queda mucho por explorar!
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