Un ascenso histórico al cerro Campanario (4.035 m)
Nuestro colaborador Carlos Bravo fue parte de la cordada que logró el primer ascenso a este cerro esquivo.
HISTORIA Y LEYENDA
Evelio Echeverría, montañista y autor de libros sobre exploración e historia del andinismo, registró lo que un campesino de la zona dijo sobre el cerro Campanario: «le dieron este nombre (…) por la forma que tiene… Arriba tiene como unas ventanitas. Pocas veces se ven porque siempre tienen niebla en la parte de arriba. Algunos dicen que han oído campanas. No lo pueden escalar porque es un cerro que se enoja… Mi viejo, mi papá, hacía ver que el Campanario anunciaba el mal tiempo. Cuando comenzaba a bramar como un toro, fuerte, tanto que se oía de lejos, ya sabíamos que venía mal tiempo, que tendríamos temporal por muchos días. Había que cuidar los animales y no había que andar por la cordillera. Mucha gente que no hacía caso al bramido del Campanario se ha perdido en la cordillera, la ha tapado la nieve…«
Esta fue una de las primeras citas que encontré cuando comenzó mi inquietud por esta montaña emplazada en la Región del Maule, en el límite con Argentina, que hasta 2020 no contaba con ascensos.
El año 2002 y por cosas de la vida, me invitaron a subir mi primera montaña: el Cerro Tres Cuernos (2.320 m), ubicado en Altos del Lircay, Región del Maule, y en su cumbre a los lejos se divisaba la silueta de una extraña y oscura montaña. No fue necesario preguntar nada al respecto, pues mi cordada, Patricio Villela, dijo de inmediato: «Ese del fondo es el Campanario, el cual nadie ha podido escalar, porque es prácticamente imposible. Su roca se cae toda«.
Lo cierto es que desde ese momento en que vi el Campanario con asombro pasaron aproximadamente 9 años de recorrido hasta atreverme a realizar la pregunta «¿y si lo intentamos y descubrimos por nuestra cuenta todas las historias, reales o no, que se cuentan en torno a esta montaña?»
NADA FÁCIL
Durante décadas esta montaña pareció no querer que los seres humanos hollaran su cumbre. Quienes intentaron su ascenso hicieron montañismo de exploración, con todo lo que ello implica. He aquí un recuento de la última década al respecto.
2011
Junto a Maximiliano Villar, recopilamos los pocos antecedentes que existían en internet y pudimos hablar con Cristián Alegría, un talquino que se había atrevido a intentar el cerro en el año 2000, sin éxito. En aquel viaje realizado en durante el mes de octubre visualizamos la arista oeste como lo más viable de escalar. También decidimos que si volvíamos sería en verano, porque el viento y las bajas temperaturas en esa zona son prácticamente inhumanas, las que ni siquiera nos permitieron llegar a los pies de las torres en dicha ocasión.
2012
Junto a Erasmo González y Carlos Espinoza logramos descubrir el camino de los pioneros, encontrando los restos de su equipo (clavos, estacas, restos de cuerda y testimonios). Fue un día calmo, en el que parecía que los viejos del año 63 nos acompañaban y guiaban por el único camino factible. Lamentablemente, en el sexto largo Erasmo sufrió una caída de segundo, realizando un importante péndulo, el cual nos hizo desistir de la escalada. Pasados los años, los tres integrantes del equipo creemos que esa caída más que frustrar nuestro ascenso, nos salvó la vida.
Esta aproximación fue un viaje en el tiempo, un encuentro con la historia. Y por eso, queremos expresar nuestros respetos por Bion y Osiel González, Mario Puig, Sergio Kunstman y Fernando Montenegro por lo logrado y por haber dejado las estacas que durante nuestra escalada fuimos utilizando; sin duda, ellos escribieron una linda historia.
2014
Me contacté con Darío Arancibia y Felipe Gonzalez, referentes de este tipo de escaladas y actualmente también mis propios referentes. En este intento superamos por un par de metros la cota alcanzada en 2012, pero una franja de roca extremadamente podrida se interpuso entre el último clavo y la arista final que conduce a la cumbre. Esta escalada dejó aportó enseñanzas cruciales para el futuro. Descubrimos, por ejemplo, que los clavos dejados por los pioneros eran excelentes seguros cuando entraban por completo en el barro y que es posible hacer un rapel que desde la primera terraza llega justo con los 60 metros a tierra, evitando realizar 4 complejos rapeles por la misma arista oeste, teniendo en cuenta que el intento anterior nos trajo demasiados problemas.
2019
Arremetimos de nuevo, esta vez con Tomás Pellizzari, Álvaro Cerda y Carlos Espinoza, un equipo compuestos por la «vieja escuela» y las nuevas generaciones; fue una mezcla que podría traer frutos. En este intento no pudimos superar el tercer largo. Fue un viaje en el cual los fuertes vientos no dieron tregua y eso, estar preocupado constantemente de no perder el equilibrio, sumado al hecho de escalar roca de mala calidad, es una mala mezcla. Pero aprovechamos de estudiar la montaña: observamos que la arista respecto a la cual habíamos estado tan cerca en realidad conducía a la cumbre y en el tramo final se observaba una roca de color negro de evidente mejor calidad. También nos convencimos de que para tener una oportunidad debíamos escalar, fijar cuerdas, bajar, volver a subir, escalar, bajar nuevamente en caso de ser necesario y escalar otra vez, para poder descansar del estrés que significa esta montaña. Y lo último y más importante: teníamos que fabricar clavos más pequeños que los que dejaron los pioneros.
2020
Finalmente, un grupo compuesto por Tomás Pellizzari, Erasmo González y yo, aplicó todo lo aprendido durante 9 años. Mantuvimos la calma, aguantamos la hostilidad de la montaña y el 14 de febrero del 2020 a las 15:00 aproximadamente, junto a Tomás Pellizzari y el apoyo constante por radio de Erasmo, logramos el primer ascenso del volcán Campanario 4.035 m.
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