Sole Díaz: tras la sombra de papá

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Un grupo de personas de pie en la cima de una montaña con las sombras proyectadas por las montañas al fondo.

Motivación, inspiración, actitud. Lo que se hereda, no se hurta.

Soledad de las Nieves Díaz es una deportista extrema de la alta montaña. Es, además, referente del freeride femenino, donde ha destacado por sus recorridos y premios en diversas carreras tanto nacionales como internacionales. Creció en la montaña, en el Pueblo de Farellones que está inmerso en la cordillera de Los Andes, y hoy en día sigue su carrera como esquiadora profesional. Dedica mucha atención a su salud física y mental, lo que se traduce también en el cultivo de una relación armónica con la naturaleza y una alimentación saludable. Además, le encanta viajar – sus “peregrinaciones” la han llevado a lugares lejanos como Japón, Noruega y Nepal, siempre con el ánimo de explorar tanto el mundo como su propia interioridad.

PASIÓN QUE SE HEREDA

A Sole la caracteriza una energía peculiar, asociada a su forma de vivir y enfrentar la existencia. Se define como un “alma libre” que, a la vez, goza con lo simple de la vida. Hoy la caracteriza una sencillez, serenidad y calma envidiable.

Gran parte de eso, de lo que ella ha hecho y lo que es, se lo debe a su padre, Claudio Díaz. Él, instructor de ski, le enseñó con mucha paciencia sus primeros pasos, además de ecología y cuidado del medio ambiente. Sole reconoce la influencia de esta figura en su vida como mujer aventurera y deportista: “mi padre fue mi primera inspiración”.

Sole creció viendo a su padre realizar expediciones y destacando por sus derroteros fuera de lo común: “Cuando yo era muy niña, mi papá hacía paseos a caballo. Se iba, por ejemplo, a recorrer 2 semanas los alrededores del volcán Villarrica. O también salía a navegar a vela o a realizar proyectos en la montaña… siempre estaba haciendo algo novedoso, algo acerca de lo que pocos habían escuchado”.

Expedición

Sole Díaz junto a su padre en una expedición por el Valle del Santuario de la Naturaleza Yerba Loca. Foto: Juan Luis de Heckeren.

REBELDÍA

En efecto, Claudio era, en palabras de su hija, “un tanto rebelde”, porque su vida salió fuera de la norma habitual para su época y el contexto sociocultural en el que le había tocado crecer. Cuando lo normal y esperable era estudiar, trabajar, casarse y tener hijos, “a los 20 años, mi papá se sacó la cotona de químico (carrera que llevaba estudiando dos años) y viendo la cordillera por la ventana, decidió seguir su pasión”. Claudio entonces se fue a recorrer el mundo. En Europa, descubrió junto a su hermano Orlando que se podía vivir de la montaña siendo instructor de ski. Gracias a este descubrimiento, ambos trajeron la enseñanza y eso le permitió a Claudio ser fundador de la Escuela de Instructores de Ski y Snowboard de Chile.

Claudio trabajó muchos años haciendo “dobles temporadas”: cuando acá era invierno, se desempeñaba como instructor de ski en los centros chilenos. Y cuando venía el verano, él viajaba a los Alpes y seguía trabajando allá, durante el invierno europeo.

Claudio hizo un montón de proyectos alucinantes en Chile. Por ejemplo, colaboró con el proyecto del centro de ski en Villarrica/Pucón. Pero Claudio no sólo formó a muchos jóvenes en lo que respecta a la nieve, sino también en navegación a vela, pues en Pucón Claudio tiene un club de navegación infantil que ya tiene 45 años. “Su método fue principalmente lo más novedoso”, comenta Sole. “Él viajaba por otros países recolectando información y luego volvía a Chile y la proponía”.

DE TAL PALO, TAL ASTILLA

“Él siempre fue muy creativo y apasionado. Yo crecí viendo esa pasión en carne viva”. Con esta historia e imagen detrás, Sole no podía sino hacer algo similar. “Son tantas las historias… todo ello me motivó a ser como él”. De hecho, Claudio educó a sus hijos diciéndoles que viajar era la mejor universidad. “Viajando aprenderíamos a hablar idiomas, a conocer diferentes culturas, aprenderíamos a trabajar y a ser buenos para todo; decía que así nos íbamos a curtir, que nos volveríamos en hijos del rigor, que aprenderíamos, también, a contemplar”.

Sole recuerda: “yo, apenas con 3 años, caminaba desde Farellones hasta el Refugio Alemán ida y vuelta, y mi papá me enseñaba a valorar la naturaleza en esos trayectos, a identificar cómo se comportaba los cóndores y las arañas”. Así, su padre la inspiró de forma presencial, en cada momento, pero también por su historia personal, por su relato, por su rebeldía.

“La pasión, el altruismo, la contemplación y el hecho de trabajar para dejar un legado han sido los elementos que más me han nutrido de mi padre hasta el día de hoy. Todo lo que soy y todo lo que tengo, dónde mi crie y cómo crecí, todo se lo debo a mis padres, quienes con su notable esfuerzo de familia nómade han logrado muchísimo”, concluye Sole.

Nieve

La vida en la alta montaña. Sole Díaz aprendió a sobrevivir y a contemplar estos paisajes gracias a su padre. Foto: Juan Luis de Heckeren.

Foto de portada: Juan Luis de Heckeren


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