Rozando el cielo en el cerro Torre invernal

Un hombre sube a una torre por una pendiente nevada.

Seis chilenos desafiaron las condiciones invernales del cerro Torre para intentar alcanzar su cumbre. Esta es su historia.

Una aguja congelada, perdida entre las nubes y los ventarrones de la Patagonia. «La montaña imposible».  Así fue como la describió el montañista francés Lionel Terray, autor de Los conquistadores de lo inútil, miembro de la primera expedición exitosa a un ochomil (el Annapruna en 1950) y quien lograra la primera ascensión al Fitz Roy, vecino del cerro Torre. Terray, al divisar esa extraña figura con un hongo de hielo en la cima, quedó atónito. Sí, un cerro imposible… y, por lo mismo, sumamente atractivo y cautivante. Y más aún en invierno.

En 2013, Stephan Siegrist, Dani Arnold, Thomas Huber y el argentino Matías Villavicencio lograron la primera ascensión invernal. Alcanzaron la cima de 3.102 m de altitud por la ruta Ragni. Y en septiembre de este año, lo intentó un aguerrido grupo de chilenos compuesto por Nicolás Gutiérrez, Mike Sánchez, Sebastián Rojas y Juan, Cristóbal y Diego Señoret. Estuvieron cerca de lograrlo – decidieron darse la vuelta a tan sólo un largo de la cumbre (unos 50 metros). Una decisión dolorosa tras tantas horas de esfuerzo y dedicación, pero prudente y sabia. A fin de cuentas, la montaña seguirá ahí el próximo invierno. Y la férrea voluntad de estos montañistas probablemente también.

Juan Señoret, uno de los integrantes del grupo, conversó con Andesgear para contar su experiencia.

¿Qué dificultades extra añaden las condiciones invernales? 

El cerro Torre es de las montañas más emblemáticas y hermosas del mundo. Para poder ir en invierno se necesita de una ventana de al menos una semanaLos días son muy cortos. Ya para llegar solamente a los pies del cerro Torre son dos días de larga caminata y lo mismo para salir de ahí. Entonces, se trata de una semana de arduo trabajo y que pudimos lograr gracias al esfuerzo de todos los que estábamos ahí. Había que abrir huella y escalar en varias secciones con mucho peso. Fue bastante desgastante. Y una vez que llegamos a los pies de la ruta, tuvimos que adaptarnos a las condiciones en las que estaba.

Respecto a la ascensión misma, partimos a eso de las 12 de la noche, quizás un poco más tarde. Escalamos toda la noche para llegar a los últimos largos -que son los más difíciles- con todo el día. Pero tuvimos que pasar por varias partes de alta complejidad que nos fueron desgastando. Por ejemplo, en la parte de arriba, tuvimos que abrir dos túneles bastante grandes de nieve inestable. Entonces llegamos al último largo a las 4pm y encontramos que estábamos fuera de hora para enfrentarnos al último largo que es de nieve escarcha y desplomada, donde no se puede poner ningún seguro en 20 o 30 metros. Y para poder estar ahí en equilibrio con el hielo, habría que haber limpiado bastante la nieve…

Patagonia es conocida por tener un mal clima incluso ya en verano, por lo que podrás imaginarte cómo es en invierno. Son muy pocas las ascensiones que tiene esta montaña. Y en montaña hay sólo una y fue hace pocos años. Por eso nuestro proyecto era grande y ambicioso. El otro año iremos de seguro de nuevo. Esperamos que haya una ventana de una semana que nos acompañe también, algo que es muy difícil que ocurra en invierno, la verdad. De hecho, nosotros vemos todos los días el pronóstico del tiempo y esta ventana que apareció de una semana y que aprovechamos fue la mejor que había aparecido en Patagonia en los últimos 2-3 inviernos.

¿Qué equipo extra tuvieron que llevar por el hecho de ser invierno?

El quipo que llevamos es casi el mismo que ocupamos en verano, solo que llevamos en esta ocasión un poco más de ropa, un saco más abrigado, una carpa y más comida (porque uno se desgasta mucho más). También hay que llevar más gases, hacer agua. Tuvimos condiciones normales de -20°C todos los días. Entonces eso va desgastando bastante y se necesita un poco más de energía y ganas, especialmente en las mañanas tan frías… Pero pudimos lidiar bien con eso gracias al grupo humano: éramos todos amigos, nos conocemos super bien y sabemos cómo trabajar en conjunto.

¿Qué ruta escogieron?

Escogimos la ruta Ragni del cerro Torre, por la cara oeste. Cristobal, Seba y yo también ya la habíamos escalado en verano. Es una ruta que, aunque sea la más concurrida, es super difícil, de escalada técnica en hielo y que tiene este último largo que te puede sorprender. Muchas veces, en verano, ya está abierto el túnel y está más sólido todo arriba, lo que hace que sea un poco más amigable, pero en invierno tienes que ir abriendo todo esto. La escarcha, por ejemplo, está pegada en los túneles, por lo que todo es más trabajoso y sacrificado, a lo que se suma la temperatura. En verano, cuando la escalamos, recuerdo que ni llevamos carpa. Y ahí vivimos unos días bastante lindos, donde el frío no impide la escalada. Y también, cuando en verano va más gente, cuando está más concurrida la ruta, se vuelve algo más fácil, aunque dicho en general el cerro Torre nunca va a ser fácil: siempre va a dar una pelea grande.

¿Qué factores influyeron en la decisión de no hacer cumbre?

Llegamos a deshora al último largo, a las 4pm, y a ese largo debimos haber llegado a la 1 o 12 del día, porque es un largo muy difícil que toma mucho tiempo (unas 4 o 5 horas), incluida la limpieza del último túnel. A las 4.30 empezamos a intentarlo, a las 5 pm nos dimos cuenta de que no habíamos avanzado nada y ahí ya bajamos. Abrimos todos los rapeles, hacía un frío tremendo y la nieve estaba inestable en el hongo; se hacía difícil escalarlo sin ninguna protección. Estábamos cansados y nos quedaba un largo camino de vuelta a casa (de 2-3 días). No queríamos que nadie se congelara o que perdiera un dedo, así que emprendimos una larga vuelta de rapelear, bajar. Al otro día llegamos en la madrugada a nuestras carpas. Descansamos un poco y ya teníamos que empezar a volvernos porque el mal clima se venía encima.

¿Qué conclusiones les deja esta experiencia? 

Saco los mejores recuerdos de esto, ya que hubo un trabajo de compañerismo que pocas veces se ve, pues éramos todos amigos y nos sentimos muy cómodos, muy acompañados. No sentí esa soledad tan grande que te puede dar el cerro Torre cuando estás visitándolo en invierno. Eso fue increíble: nos apoyamos en todo momento y supimos tomar muy buenas decisiones. Eso fue lo que rescato de esta ascensión, a pesar de que solo quedamos a unos 50 m de la cima. Hubo un equipo humano increíble y tarde o temprano lo vamos a lograr.

Agradecimientos especiales a Juan Señoret.


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