Patty Soto: una mujer todoterreno
Deportista, amante del aire libre, guía e instructora de montaña. Pero también, una mujer con una opinión formada y un agudo ojo crítico. Conoce más sobre Patty Soto aquí.
QUIÉN ES
Patricia Soto tiene 49 años y en su currículum deportivo figuran hazañas tales como ser, por ejemplo, la primera mujer latinoamericana en subir el Everest (con oxígeno complementario). Esto lo hizo en 2001 junto a otras destacadas montañistas. También completó las Siete Cumbres (los picos más altos de cada continente), siendo la primera sudamericana en lograrlo.
Hoy, sin embargo, no está tan interesada en los récords, los kms recorridos, el desnivel acumulado ni la velocidad. Su conexión con la montaña es más profunda e íntima que eso. Además, se dedica a que otras personas obtengan experiencias outdoors gratificantes. Es decir, su foco está puesto hoy en el guiado y la educación. En entrevista con Andesgear nos contó qué significa ser montañista, guía e instructora de montaña en un mundo como el de hoy.
¿Cómo fue tu aproximación al montañismo?
Yo crecí en Talagante e hice harto hiking (trekking), pero con el montañismo propiamente tal partí a los 18 años y de ahí en adelante le di duro todos los fines de semana. Partí en la Universidad Católica, con la gente de ahí, donde también me gradué como asistente social. Posteriormente hice un magíster en ciencias políticas en esa misma universidad. Pero mi pasión era la montaña. Fui capacitándome en la medida en que este mundo me fascinó. Descubrí que era un deporte en el que me sentía cómoda y me gustó tanto que quise trabajar en esto. Descubrí que en realidad no hay impedimento para hacer lo que uno quiere hacer.
¿Cómo es un día normal para ti en tu trabajo actual?
Vivo en Coyhaique y trabajo actualmente en NOLS: soy la coordinadora de los programas en español de esta escuela norteamericana. Veo todo el tema de la relación con los alumnos chilenos, las becas (para que chilenos puedan tomar cursos), el tema de los primeros auxilios, los convenios con otras instituciones, etc. Y también salgo harto a terreno. Por eso, mi único momento de calma es al desayuno (risas). El resto es todo movimiento, es muy variable. Pues también estoy atenta a los imprevistos, como cuando hay alguna emergencia o un rescate o hay que sacar a algún alumno de alguna zona por alguna razón.
¿Y en terreno?
Al aire libre puede tocar cualquier cosa: caminatas, cruces de ríos, etc. Todo eso requiere preparación, reuniones de coordinación y planificación para elegir las rutas, armar la logística, diseñar el plan de comidas, ver el asunto del transporte (en auto, en bote), tener claras las fichas de los alumnos… A veces, por ejemplo, nos vamos 3 instructores con 12 alumnos por un mes y toda esa expedición la logramos montar en apenas 3 días.
Según Lionel Terray, tal y como escribe en su libro Los conquistadores de lo inútil, ser guía e instructor de montaña es uno de los trabajos más lindos y reconfortantes que hay. ¿Compartes esta apreciación?
No estoy de acuerdo del todo con Terray. Y esto por varios motivos.
Primero, tengo un tema con la palabra «conquistar».
Hay que considerar el contexto en el que escribió ese libro… Post Segunda Guerra Mundial, los nacionalismos exacerbados, las rivalidades entre países, el orgullo dolido de naciones enteras desmoralizadas y todo eso.
Sí, lo entiendo, entiendo todo eso. Pero en el contexto actual es una palabra que no me cuadra. Para mí no se trata de una conquista.
Más bien, quizás, sea la montaña la que te permita pisar su cima.
Sí. Ahora bien, en segundo lugar, me encantaría decir que sí, que esta es la profesión más linda. De hecho, esa era mi motivación romántica cuando partí con esto, porque amo lo que vivo en la montaña y no soportaría estar sentada en una oficina. Pero lo que quiero decir es que trabajar con seres humanos tiene cosas reconfortantes y otras no tanto. En este mundo de la montaña también te encuentras con gente terrible. A veces se ven cosas como de un país en guerra: gente muriendo al lado de uno y otros, que por ego y vanidad, sólo siguen de largo hacia la cumbre. Yo he vivido golpes grandes en este sentido; no juzgo a nadie, pero me ha tocado ver a montañistas extremistas que en realidad no están ni ahí con nadie. O clientes que no están dispuestos a que su guía ayude a una persona que es de otra expedición, una no pagada por ellos. A veces este es un trabajo que conecta con la miseria de las personas. Entonces, uno conoce gente y lugares maravillosos… y otras veces justo lo contrario.
¿Y el concepto de «inútil», de que el montañismo es un fin en sí mismo y no algo que sirva para otra cosa?
Respecto al concepto «inútil», pues ahí sí coincido con Terray. Hacemos ascensiones de cosas inútiles en contraposición a la utilidad que busca una sociedad consumista. Una sociedad a la que sólo le importa obtener un like a una foto, que no da una pisada si ésta no renta; una sociedad que sólo hace algo si obtiene otra cosa a cambio. Uno en el mundo de la montaña pasa por etapas: alguna vez también fui competitiva y quería ser la mejor, pero ahora, más reposada, voy porque me gusta ir. Simplemente eso. Y me importa un pepino si la gente sabe o no lo que estoy haciendo.
¿Cómo es ser guía e instructora de montaña en tanto que mujer? ¿Sientes que varones y mujeres tienen las mismas capacidades y las mismas oportunidades en tu campo?
Cuando yo partí con el montañismo como profesión eran pocas las mujeres dedicadas a esto, especialmente en Sudamérica. Yo empecé trabajando en la única empresa que tenía guías mujeres dentro de su staff. Pues en esa época eran casi siempre extranjeras: alemanas, norteamericanas o de cualquier otra nacionalidad, excepto chilenas. Con Vivianne Cuq y después con Cristina Prieto fuimos de las primeras chilenas que ofrecían a los clientes circuitos de 15 días de recorrido o más. Muchas veces, los clientes nos juzgaban y creían que éramos las cocineras de la expedición. A mí me veían probablemente como una mujer chiquitita, porque la gente juzga por la apariencia física (y eso siempre es así, va más allá del género). Pero después estuve guiando al Aconcagua y siendo mujer y todo, lo hicimos.
Sin embargo, aunque este ambiente es muy masculino, los hombres con los que he interactuado han sido siempre muy respetuosos. No he sentido diferencias… y si es que las hay, ¡no las pesco!
Tengo la impresión de que el montañista promedio actual sabe poco acerca de sus circunstancias, del lugar y la historia que frecuenta, hace poco «análisis de casos». Reinhold Messner, en cambio, era un estudioso: leía sobre expediciones pasadas e historia de la exploración, analizaba rutas, evaluaba resultados. ¿Crees que es importante eso si se quiere ser buen montañista o dedicarse a al guiado y la instrucción en temas de montaña?
Es muy importante lo que dices. No sólo hay que practicar el montañismo como deporte y ganar experiencia, sino estudiar también la historia de lo que hay detrás, del contexto, de lo que se hizo en el lugar, de los intentos y accidentes que ocurrieron. Saber eso da un plus.
¿Y qué más le aconsejarías a una persona que quisiera seguir tus pasos?
Además de eso, de salir, acumular experiencia y estudiar, hay que capacitarse: aprender a usar la ropa según cada ocasión, el equipo, primeros auxilios, orientación, cómo leer una carta geográfica y cómo usar un GPS, cómo planificar una expedición, etc. Es bueno salir con amigos, tomar cursos, formar parte de un club. Ojo eso sí con dos cosas: los instructores y guías chantas y también con el boom de certificaciones. Respecto a lo primero, la única forma de controlar eso es que el público también esté capacitado, que sea exigente, como lo debiera ser un consumidor responsable. Respecto a lo segundo, entiendo la necesidad de asegurar estándares mínimos de conocimiento. Pero ojo que a veces hay gente muy hábil y con mucha experiencia que no está certificada porque simplemente no tiene la plata para certificarse.
Y a veces hay instructores que tienen los tremendos títulos pero carecen de la parte educativa, pedagógica. Tener mucha experiencia en montaña no necesariamente te hace buen profesor, buen pedagogo.
Exacto. Eso se da mucho. El título no garantiza capacidad de enseñar.
¿Y qué pasa con el apetecido estándar de la Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña (UIAGM) o alguno equivalente?
Es bueno; como te decía, es importante contar con parámetros de conocimiento y habilidades, saber identificarlos. Pero pienso que no todos los guías pueden ser UIAGM. Eso es algo super específico. Y esto, porque también necesitamos otro tipo de guías para otros niveles. Si a todos les exigiésemos ser UIAGM, sería como en otros ámbitos tener montones de doctorados, pero sin profesionales y técnicos, todos fundamentales para que el sistema funcione. Así que el tema de las certificaciones es bien delicado; a ese asunto hay que darle otra vuelta con mayor propiedad.
¿Algo más que quieras añadir?
Para mí también es importante el tema medioambiental, qué hago con mi basura y cómo ser responsable. Todo eso hay que aprenderlo. Es de lo más relevante, a decir verdad.
Agradecimientos: Patricia Soto y Rafael Olavarría.
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