Bajo la sombra del inhóspito volcán Burney

Encontrar el misterioso volcán Burney, ubicado en la tempestuosa Patagonia Occidental, fue lo que movió a toda una exploración territorios desconocidos e imposibles. Aquí, uno de sus protagonistas cuenta cómo vivió turbas, nieve y tormentas australes.

Quizás no hablaré de rutas, grados de escalada o dificultades deportivas. Tareas que a veces nos separa de lo esencial… Somos tan minúsculos ante la grandeza y fenómenos de la naturaleza que lejos de comprender, solo nos queda contemplar y admirar su magna belleza.

En busca de lo incierto, lo soñado, lo vi antes múltiples veces en libros de geografía, atlas, imágenes satelitales, lo divisé desde el mar… cuando surcaba los canales y fiordos patagónicos australes. En específico les hablo del volcán Burney,  un colosal que no supera los 1.600 metros de altitud que está inserto en el corazón de la gran península Muñoz Gamero en la región más austral de Chile, Magallanes. Exactamente está ubicado en la sección occidental de la Patagonia, un lugar que por su ubicación geográfica, recibe las peores tormentas y que está ubicado en un lugar simplemente extraño, misterioso y cubierto por el cautivador silencio del gigante de fuego que alberga. 

Volcán Burney (exposición norte) Desde seno Unión Provincia Ultima Esperanza – Magallanes ©Harry Brito Torres

Toda mi búsqueda en torno al volcán Burney, partió en 2006, cuando la tecnología y la sobreinformación aún no alcanzaban los niveles de hoy en día. Por entonces, las únicas referencias del volcán que tenía (ver imagen), era un grabado de la corbeta de S.M.B. Nassau fondeada en la isla Otter, donde el Capitán británico James Burney, entregaba una referencias sobre este volcán, junto con el explorador James Cook hacia 1867, en un libro de exploraciones. 

Desde el colegio me apasionaba la geografía y veía  una y otra vez los mapas que tenía a mi disposición para compararlos con otros mapas. Por esos años, no sabía si Muñoz Gamero era una isla o península, pues a pesar de ser tiempos modernos, era muy difícil acceder a los medios digitales. Por el 2006 no era común que todas las personas tuvieran acceso libre a la información  y con esas limitantes, fui buscando y recopilando la poca información que tuve disposición. Era una obsesión (que mantengo hasta el día de hoy), saber del volcán Burney, el más austral de Chile de estructura volcánica compuesta. 

Así pasaron los años… mi interés por el Burney seguía vivo hasta 2014, cuando tuve la oportunidad de compartir con un gran amigo  y cordada, Camilo Hornauer,  las anécdotas, cartas náuticas y textos de este volcán (aún se veía lejos y es lejos). Estábamos en un viaje en velero y comenzamos a planificar cómo llegar, en conversaciones que siguieron vivas hasta 2019: cuando realmente decidimos realizar este proyecto. 

Con este plan en mente, justo en 2020, Tobías Hellwig, se une al gran proyecto. Junto a él,  realizamos una expedición rumbo a la región chilena de Aysén, en 2021, donde ya conversábamos de cómo y cuándo podríamos ir al Burney. Así se armó la cordada. 

Preparar la expedición

Cuando se trata de realizar una expedición en Patagonia… uff, requiere de una detallada planificación. Esto, con mayor motivo si hablamos de viajar rumbo a una sección occidental del confín austral, donde el mar se une con la cadena de los Andes patagónicos, campos de hielo, el viento y el caos climático simplemente impone su ley en esas latitudes.

Para mi cordadda, lograrlo implicó varias reuniones por Zoom, ya que nos era muy difícil reunirnos pues los tres vivimos en distintas ciudades. Tobías vive en Coyhaique; Camilo, en Valdivia y yo, en Puerto Varas. aunque siempre me estoy moviendo por algún rincón de mis queridas tierras magallánicas. Aún la dificultad de juntarnos cumplimos las tareas: nos preocupamos por la importancia de la alimentación, de calcular la provisiones y víveres. Revisamos el equipo, verificamos la logística nada sencilla que requiere un viaje así y además realizamos un seguimiento y estudio climático de los ultimo tres años en la zona. En mi caso, por ejemplo, lo pude ver en una perspectiva de cuatro, durante distintos viajes por el estrecho de Magallanes y  sitios como  la isla Desolación, Santa Inés Riesco o el golfo Montt. 

Con este estudio meteorológico en mente, levantamos la idea de viajar durante septiembre – octubre. La planificación la realizamos con casi un año de anticipación. 

A comenzar la expedición

Tras un seguimiento detallado del tiempo, 15 días previos a la expedición, todo indicaba mal tiempo. Así partimos con algo de preocupación pues habían puertos cerrados en casi toda la región de Magallanes. Esto era complejo porque, aunque teníamos planificado estar cerca de un mes y nos preparado en todos los aspectos para esperar y aguantar lo peor, por la proyección climática era necesario zarpar apenas llegáramos a Puerto Natales: nuestro punto de inicio y embarco.

Así  iniciamos la soñada expedición después de las Fiestas Patrias del 2024. Aún lo recuerdo, Camilo y Tobias llegaron el viernes 20 a Puerto Natales y yo, que venía desde Punta Arenas, me trasladé hacia el norte para reunirme con ellos en Natales.

 Milagrosamente, ese día estaba bueno para zarpar desde ahí, el capitán de la embarcación, nos pidió que para salir llegáramos muy temprano, sabiendo que esa ventana de buen clima era corta y que el viaje a bahía Ancón, nuestro destino, estaba a ocho horas del Puerto Natales. Eso significaba navegar a tiempo por el conocido paso Kirke, una conocida angostura de fuertes mareas, por el golfo Almirante Montt y por el paso al seno Unión, para luego tomar la ruta inversa y volver al mismo punto del zarpe.

Camilo Hornauer, Harry Brito,Tobías Hellwig: miembros de la expedición Burney. ©Harry Brito Torres

De camino a la península Muñoz Gamero.

Felices mientras navegábamos, teníamos internet satelital e íbamos coordinando los últimos detalles con Sergio Sepúlveda, nuestro soporte en tierra y una persona clave en nuestra expedición pues tenía la Importante misión de entregarnos dos veces al día, reportes detallado del tiempo, considerando viento, precipitación, nieve caída, variación térmica y lectura de presiones atmosféricas. A esta tarea, además se sumaba estar constantemente revisando la carta sinóptica, que no es tarea fácil, y con esto ubicar remotamente dónde nos encontrábamos. Todo esto lo hacóa por medio de un Inreach y un teléfono satelital… nuestros únicos medios de comunicación.

Por la ruta, la navegación fue rápida y nos acompañó una buena marea y viento a favor. Finalmente, tras siete horas llegamos a bahía Ancón, un sitio malísimo para desembarcar, donde nos dejaron los de la embarcación para quedar en la soledad y en medio de la nada. 

Navegando en seno Unión – Provincia ultima Esperanza ©Harry Brito Torres

Esta Fue la Imagen del día sábado 21, una mañana blanca, fría y con una sensación de humedad altísima. El colosal Burney, respetable y de aspecto fantasmal, se veía envuelto entre las nubes, mientras un fuerte viento del oeste, soplaba fuerte, dando una sensación de respeto y de profundo ayayema, un profundo sentir perturbador kawéskar ya nos daba el aviso. 

En ese punto nos encontrábamos en las tierras de la afamada península Muñoz Gamero (antes conocida como Tierra del rey Guillermo IV,  cuando aun estaba unida con la isla Riesco, separado por el angostísimo canal Gajardo… por un área tan misteriosa como poco explorada.

Navegando en seno Unión – Provincia ultima Esperanza a la vista el Volcán Burney ©Harry Brito Torres

El nombre de la península se debe al militar de la Armada de Chile, político e inquieto explorador, Benjamín Muñoz Gamero, quien fue enviado por el presidente Manuel Bulnes para realizar reconocimientos territoriales. Por entonces, él ya sabía del volcán Burney por las crónicas de los británicos… en especial por las de James Burney. No obstante, no penetró al interior de la península… solo en ciertos sectores. 

El gran volcán Burney, Península Muñoz Gamero. ©Harry Brito Torres

Explorando un submundo poco conocido

Estamos en la playa y el volcán queda a varios kilómetros al interior, No hay ruta, no hay referencias, el terreno es de turba en una extensión de kilómetros y kilómetros. Es como caminar entre almohadas, te hundes, te cansas y te moja.

Al comienzo de nuestro ingreso a Muñoz Gamero, el escenario era así siempre, un largo cruzar por bosques de especies nothofagus como el ñirre, la lenga y el coihue pequeño (puros árboles duros) con una velocidad de  avance penosa. También era un constante cruce de ríos. Así fuimos buscando un refugio apropiado para llegar al volcán y si bien, el avance fue bastante rápido buscando entre quebradas y áreas de bosque para llegar más arriba, los días no eran agradables: el frío y la humedad eran altísimo y como decíamos con Tobias y Camilo, “permanentemente estando allí, caía algo del cielo”… si no era lluvia era nieve y así. De modo que ni el mejor gore-tex del mundo aguantaba la lluvia: todo absolutamente todo se pasaba. 

Después de la nieve, viento gélido solo permitía estar a rato fuera de la carpa, Tobías inquieto por salir a indagar el área ©Harry Brito Torres

También, movilizar la logística no era tarea fácil. Teníamos que ser muy criteriosos y autosuficientes. Primero porque llevábamos un gran cantidad de peso y porque teníamos los días condados. Desde ahí, era complejo moverse entre la turba, donde te hundes de bajo de la nieve entre había pozas de agua y nieve blanda durante el avance. No obstante, con paciencia avanzamos.

Arrastrando un trineo En plena Turba ©Tobías Hellwig

Cruce de Rio ©Camilo Hornauer

Ya llevábamos una semana, avanzado más de ocho kilómetros al interior, cuando Sergio Sepúlveda muy comprometido, a la distancia nos daba el ánimo y deseos que mejore el tiempo. Pese a sus buenos deseos, pasamos varios días en la carpa. En específico, recuerdo dos días en que literalmente solo sentíamos el golpe del aguacero y la nieve, que con fuerza era atraída por el famoso viento del noroeste hasta el cielo de nuestras carpas. Su sonido era tan desesperante que no nos dejaba dormir. Por entonces, nuestro campamento estaba literalmente rodeado de pozas y canales de agua por todos lados gracias a la turba. Mientras que por las mañanas nunca sabíamos si aún seguía la noche porque estábamos cubiertos de nieve. Pese a todo, a diario Sergio nos alertaba de la tormenta y a la vez nos vaticinaba una posible ventana, pero corta. Por entonces, estábamos a tan solo 200 metros sobre el nivel del mar, pero aquí es donde la naturaleza muestra su ímpetu en tierras de tempestades. Ni imaginar qué se sentirá el estar a mil metros, nos decíamos.

Área de Campamento 1 (a 60 metros de la Playa) a casi nivel del mar ©Harry Brito Torres

Dia de Porteo de campamento 2 hacia el punto 3 Tobías preparando carga ©Harry Brito Torres

 

En un momento, Camilo Rada, científico y experto en comportamiento climático de la Patagonia,  me avisaba por Inreach: “Harry vienen algunos días aceptable pero no hay una ventana perfecta”. La noticia llegaba junto al aviso de Sergio donde nos indicaba que no era bueno para escalar el volcán. Para hacerlo, necesitábamos una ventana perfecta que no había. Fue así que junto al equipo llegamos al consenso de que no era opción subir si solo un día era aceptable. No, necesitábamos al menos tres días perfectos de buena visibilidad y bajo viento para movernos en el terreno agrietado y de fuertes pendientes en que nos encontrábamos. Desde ahí, los días siguientes eran claves para aprovechar la ventana de buena visión y bajo viento, pero así y todo, estábamos en la Patagonia occidental, un sitio donde los días no sobran, donde también hay que considerar un regreso seguro a la embarcación, con buenas condiciones marítimas y clima calmo.

Era un día sábado, Sergio nos alentaba. El día domingo era el día, señaló. Por entonces, había una nubosidad alta y bajo viento… Fue en este entorno que partimos preparando el equipo. El día siguiente, amaneció nublado y nevando, cuando Sergio nos comunicó que era muy difícil realizar una lectura meteorológica. El clima era muy variable y todo un reto. Pero, de pronto y sin previo aviso, todo cambió. De un momento a otro, el paisaje entero se despejó y se dejó ver el Fantasmal Burney, develando su cospicua morfología. Una, donde aún no se tiene claridad sobre su altitud y la que esperamos se pueda pronto conquistar su cráter para saber qué sorpresas cartográficas guarda su cima

Volcán Burney Exposición Norte, Entre que se dejaba ver y no, viento del Suroeste ©Harry Brito Torres

Fue este mismo día que al fin, salimos del campamento. Por un territorio con muchísima hielo, nos desplazamos entre cornisas y nieve extremadamente blanda que desde los 500 metros, se volvía dura como si fuera un palo todo congelado. 

Aun recuerdo aquella vista única de la gran península Muñoz Gamero. Un escenario con el volcán como actor principal, rodeado de un paisaje extraño con cráteres parásitos y lacolitos. Junto al equipo nos llamó la atención el glaciar que se caracterizaba por sus lenguas glaciares que se extendían por kilómetros… algo muy poco porque además de poseer un glaciar de montaña, este tenía extensiones, como si se tratara de un pequeño campo de hielo cubriendo un volcán de estructura geológica independiente.

Encuentro con el Fantasmal BURNEY, Camilo Hornauer y Tobías Hellwig contemplando ©Harry Brito Torres

Finalmente subimos hasta los 800 metros, que para la latitud austral es alto considerando que ya a nivel del mar hay que refugiarse con mal tiempo. Allí, a los 800 metros, el viento y la nubosidad cesaron solo por dos horas y en ese tramo pudimos contemplar por más de tres horas el volcán. No podíamos creer dónde estábamos… En lo personal, sentí una profunda emoción después de pasar años buscando el momento de estar allí y contemplar en el mismo volcán, el seno Unión, al norte; el canal Smyth, la isla Pedro Montt y Manuel rodrigues, al oeste y poder apuntar hacia la boca del mítico estrecho de Magallanes… Observar todo, desde lo alto, realmente era un regalo de la tempestuosa Patagonia. Además, curiosamente un cóndor nos veía durante toda la expedición y aquel día apareció y subió hasta desaparecer entre la cospicua cumbre norte del gran volcán Burney. 

Tobías Hellwig y Camilo Hornauer progresando en la ventosa arista norte ©Harry Brito Torres

Aquel día, el atardecer mostró un aspecto solemne de belleza que solo quedará en nuestra memoria.

 

Al día siguiente, el mal tiempo de lluvia y viento, continuó. Fue entonces cuando Sergio Sepúlveda y Camilo Rada nos avisaron que era difícil que se diera otra ventana y que para ser sinceros, solo venía más temporal por un largo periodo. Todo indicaba que comenzaba una nueva etapa en nuestro viaje: la de volver, siempre dependiendo de que la embarcación pudiera zarpar. Lamentablemente, no fue posible hacerlo de forma rápida. Por el mal tiempo, esos días el puerto de zarpe en Natales estaba cerrado, por lo que quedamos atrapados en Muñoz Gamero por algunos días. Tiempo después, logramos descender al nivel de la playa, tras cruzar los esteros y ríos del camino y, aunque no fue tarea fácil, el trabajo en equipo fue clave para que finalmente llegáramos a la playa para pasar algunos días esperando la embarcación. 

Lacolito (estribación del gran volcán Burney) ©Harry Brito Torres

Extensión de lengua Glaciar Noroeste del Macizo Volcánico, al fondo canal Smyth ©Harry Brito Torres

Recuerdo que fue un día sábado cuando desde la embarcación nos avisaron que ya venían en camino. La maniobra de embarcar, desde ya venía compleja por las grandes olas de la zona y porque está lleno de acantilados. Es un lugar malísimo para entrar navegando y desde ahí, subir a zodiac que nos llevaría al barco, fue una tarea titánica. Recuerdo ver a Camilo Hornauer literalmente vestido de goretex (una tenida de montaña), casi sumergido en el agua salada ––para mí, algo muy extraño de ver––. Por su parte, Tobías y yo también estábamos engomados, siendo esta vestimenta la mayor desventaja a la hora del embarque pues el traje de goma pesa mucho, pese a que te protege.

Vista desde lo alto del Volcán Burney hacia Península Muños Gamero (vista hacia el Este) Planicie de turba entre deposito volcánico ©Harry Brito Torres

Cumbre Norte Volcán Burney (ventana de tres horas despejado. ©Harry Brito Torres

El errante y solitario Condor, lo poco y nada que vimos de Fauna ©Harry Brito Torres

Aspecto sección alta del volcán Burney, vista al este. ©Harry Brito Torres

Avalanchas y aristas sostenida por la bajas temperaturas, pared de corte por antiguo derrumbe ©Harry Brito Torres

Pese a todo, finalmente logramos salir de la bahía con olas de casi dos metros, navegando sobre un zodiac de más de cinco metros de eslora. De camino a la embarcación, casi nos volcamos en varias oportunidades, hasta que llegamos a la isla Jaime y embarcamos a la nave que nos llevaría de regreso a Puerto Natales.

Contemplando fenómeno atmosférico viento del Noroeste contra el viento sur, sea como sea era la vista habitual y sea como sea algo iba a caer del cielo con la furia de Ayayema ©Harry Brito Torres

Aspecto Morfológico del Volcán Burney. ©Harry Brito Torres

Salida de la expedición navegando con Olas de mar de fondo. ©Harry Brito Torres

Una vez en el barco, nos regocijamos observando el lindo paisaje comiendo centolla.

Cero viento pero inquietante atardecer (se venía otro frente de mal tiempo) ©Harry Brito Torres

Datos Relevante por el interés de explorar esta zona

Aunque al observar la península Muñoz Gamero uno pareciera estar mirando una isla, esto es un engaño visual, pues este territorio se encuentra unido por un pequeño istmo. Aún así, el continente está tan cerca y a la vez tan lejos, que aún recuerdo cuando, en incursiones en el mar de Skyring, al sur de Muñoz Gamero, la zona de la península se veía impenetrable por sus cordilleras y a la vez, obstruida por el gran campo nevado del sur.

Pocas expediciones se ha realizado en esta zona, el difícil acceso de exclusiva vía marítima, el clima y terreno de turba, hace un tanto lento el avance con carga en la zona. Aún así, el cospicuo y esquivo volcán,  tiene tres ascensos registrados. En detalle, lo ha logrado el explorador Británico Erik Shipton, quien llegó a la parte alta en marzo del 1973 hizo cumbre tras tres intentos. El primero fue junto a Cedomir Marangunic en marzo de 1962, donde  las malas condiciones los obligaron a volver atrás. La segunda vez fue con Jak Ewer y John Earle, pero el mal tiempo no los dejó avanzar. Y, la tercera vez, fue con el ornitólogo  Roger Perry y Petter Radcliffer, en 1973, cuando llegaron a la cima del esquivo volcán, tras esperar por más de doce días una ventana. 

MAR, Seno Unión, Visto desde la playa Ancón Sin salida, aspecto cotidiano, turbonadas y fuerte marea ©Harry Brito Torres.

Testimonio de estragos por aumento de caudal del rio proveniente del glaciar del Volcán, lugar en donde desembarcaban los Canoeros ©Harry Brito Torres

Hoy, desde el punto de vista científico surge un gran interés de develar atento el pasado geológico del Burney como su comportamiento. Esto incluye que el último registro de actividad fue en el invierno de junio de 1970, según el testimonio de colonos de puerto Ramírez, señalado en el diario Prensa Austral de Punta Arenas, por aquellos años. Se decía que se produjo tras un sismo en la zona. 

La turba llegando hasta la playa junto a pequeños Ñires, en la foto resto de Antiguos Naufragios, arrastrado por la ola ©Harry Brito Torres

También Cabe destacar que en la península Muñoz Gamero fue un lugar en donde antiguos expedicionarios o navegantes, avistaron a canoeros Kawésqar. Además, el etnólogo Martín Gusinde realizó varios viajes a este lugar, donde describió un sitio de alta pluviosidad y fuertes vientos, habitado por canoeros que veían en la zona de isla Caro y bahía Ancón, un punto estratégico. 

Aspecto de la Península Muños Gamero, Parecía una sabana en la Patagonia, lugar en donde se intentó colonizar, pero las inclemencias climáticas y exposición ni fueron posibles, pocas familias lograron establece, hoy deshabitada por totalidad ©Harry Brito Torres

Esta expedición se la dedico a las familias y navegantes de descendencia Kawésqar. Padres, abuelos que alcanzaron habitar en la inhóspita península, alejados y olvidados. Hoy, solo queda el recuerdo de un paisaje desolado, historias de familias que deambulaban en el frío y la certeza de un oscuro mar constantemente enfurecido. Por entonces, fue el remo su herramienta de supervivencia para sortear las agitadas aguas de la Patagonia austral occidental. 


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