El enigmático volcán Yates: donde se juntan Los Andes y el mar

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Un yates ascendiendo por la ladera de una montaña nevada.

Conoce más sobre esta joya en la parte norte de la Patagonia.

CONTEXTO

Como suele decirse, “Chile tradicional (cultural y geográfico) termina en Puerto Montt”. Esto, en parte, tiene lógica, porque hasta allí existe una fácil conectividad en todos sus sentidos.

A partir de Puerto Montt empieza la Ruta 7, la Carretera Austral, una de las vías más visitadas por los turistas extranjeros y nacionales, fascinados y sedientos por conocer uno de los rincones más bellos del mundo: la Patagonia.

La Carretera Austral en el sector norte de la Patagonia con el volcán Yates luciéndose. Foto: Harry Brito.

Por la vía que va desde Puerto Montt hasta caleta La Arena (distante unos 45 minutos en vehículo) empieza la primera barrera natural que corta el camino: se trata del fiordo del Reloncaví, el que conecta en el seno del mismo nombre (Reloncaví). Al cruzar el fiordo, se puede apreciar el volcán Yates con sus cumbres nevadas, no muy distantes de la carretera. Y aunque es bien visible, es poco conocido.

ATRACTIVO

Lo interesante de este lugar es cómo la geografía cambia abruptamente (glaciares a menor altitud, paisajes moldeados por la última era glaciar y el vulcanismo). Aquí, las aguas del Océano Pacífico serpentean entre fiordos y canales conectando directamente con Los Andes. También, en cuanto al aspecto cultural, se aprecian antiguos modos de vida que aún se mantienen, herederos de colonos chilotes de esfuerzo y perseverancia que en silencio y con humildad han sabido entender los fenómenos naturales de esta especial geografía hasta en la actualidad.

UN PASADO SALVAJE Y ENIGMÁTICO

Visible desde Puerto Montt y casi en todo el estuario del Reloncaví, ubicado en la provincia de Palena (Región de Los Lagos), se encuentra el volcán Yates con sus 2.150 m. A él se puede acceder por el norte desde Puerto Montt o desde Ralún (Cochamó), o bien por el sur desde Hornopirén. Es importante precisar que no está íntegramente dentro del Parque Nacional Hornopirén, sino solo una porción de la ladera sureste del volcán; la protección del resto de este patrimonio natural dependerá de nosotros.

El Yates es un volcán activo, aunque su última erupción fue hace más de 1.000 años. Debe su nombre a un marino (Juan Yates) que trabajó junto a Robert Fitz Roy y el almirante Enrique Simpson, cuando exploraban los canales australes.

En verdad, poco se sabe de este lugar, a pesar de que en el siglo XX existió mucha actividad forestal, pesca y ganadera en el entorno del volcán Yates.

UN POCO DE HISTORIA

El 19 de febrero de 1965 ocurrió una tragedia: en ese entonces, el verano solo duraba algunas semanas de enero y ya a mediados de febrero las lluvias intensas llegaban a instalarse para el resto del año. La inclemencia de la naturaleza no permitió prevenir el impacto de un alud que provocó un tsunami que arrastró troncos de alerces, mañíos, rocas y escombros que sepultaron a más de 25 colonos.

Lago Cabrera y bosques de alerce, además de testimonios de múltiples derrumbes del área. Foto: Harry Brito.

UN DESTINO INTERESANTE

El Yates destaca simplemente porque se trata de la primera montaña de Los Andes de gran altitud con glaciares que está cerca del océano: aquí, el mar (a través de los fiordos) se une a cumbres que superan los 2.000 m, en la parte norte de la Patagonia. Esto significa que se puede empezar una aproximación desde el nivel del mar con pendientes de bosques densos de nothofagus, mañíos y alerces.

El Yates también es especial porque otorga el privilegio de poder mirar -hacia el norte- la tradicional geografía de la cordillera de Los Andes, la depresión intermedia y la cordillera de la Costa, y -hacia el sur- los archipiélagos de la isla de Chiloé y la bienvenida a glaciares que -cayendo a latitudes australes- están a menor altura. Todo esto es posible de ver ascendiendo el volcán Yates desde su ladera norte por la localidad de Guallepe. No existe algo así como una “entrada oficial”, ya que se debe pedir permiso a los lugareños para pasar por sus predios; solo se debe ser respetuoso y entonces ellos mostrarán la ruta que conecta para subir al sector La Playa o Mallín.

Grandes caídas de árboles: en este caso, un coihue de 30 metros, derrumbado debido a los fuertes vientos. Foto: Harry Brito.

Ojo: la aproximación (independientemente de si se quiere hacer cumbre o no) requiere de conocimientos de montaña y no de cualquier montaña, sino de montañismo selvático, para el cual hay que saber de orientación, además de tener que ser capaz de lidiar con la humedad, el frío, las raíces sobresalidas, etc. A pesar de que en los últimos años la senda se ha vuelto cada vez más visible, se trata de un bosque muy cerrado. Considerando que reina un clima muy húmedo de influencia marítima, la nubosidad baja es frecuente y perderse es fácil.

UN ASCENSO SORPRENDENTE

Si bien no es una montaña difícil, al Yates no hay que subestimarlo. No recibe visitas con frecuencia por la sencilla razón de que hay que tener paciencia y perseverancia en el bosque. También es importante contar con competencias técnicas: especialmente, conocimiento adecuado para tránsito en terreno glaciar, maniobras de autorescate y se debe tener el equipo correspondiente.

Por otro lado, no hay que olvidar que está lejos de los poblados y, por lo tanto, ante cualquier accidente un rescate se vuelve difícil.

EXPLORAR

El Yates posee muchos sectores aún inexplorados: he aquí una invitación para aventurarse en medio de la selva fría con fuerte influencia marítima lluviosa, en la búsqueda de alerces milenarios y vestigios histórico de la antigua extracción maderera. En el fondo, se trata de meterse en la piel de aquellos colonos que, con mucho esfuerzo, llegaron primero a esta bendita zona ignorada: fueron ellos los primeros exploradores de este portal de la Patagonia, y sus historias son fascinantes.

El Yates, desde luego, es también un paraíso para la práctica del andinismo y, por cierto, el ski de travesía.

RECOMENDACIONES EN CUANTO AL EQUIPO:

  1. Es muy importante la vestimenta: una primera capa muy transpirable y de secado rápido; luego una capa de abrigo y la tercera debe ser naturalmente impermeable y respirable.
  2. Es imprescindible contar con calzado de caña alta y resistente a la humedad. Más que para el tránsito sobre el glaciar, es por el bosque, pues es fácil lesionarse por la cantidad de troncos y raíces que se deben sortear.
  3. La linterna frontal debe tener muy buenos lúmenes (revisa nuestra guía aquí), pues al caer la noche, si la oscuridad te pilla en el bosque, esta luz será tu única guía.
  4. GPS, brújula y mapa (revisa esto aquí).
  5. Botiquín completo, pues la selva te dejará más de algún rasguño.
  6. Lo ideal es una carpa de 4 estaciones (aprende más aquí).
  7. Saco de dormir (idealmente sintético).
  8. Equipo técnico para el glaciar (casco, arnés, crampones, piolet, cuerda, mosquetones, poleas).

SENDERISMO AL LAGO CABRERA

Este lago es parte del complejo volcánico del Yates; se encuentra en la ladera suroeste del volcán y al sureste está el volcán Hornopirén (1.572 m). Se accede desde la localidad de Hornopirén, a 10 km al norte del pueblo.

Aquí destaca la exuberante vegetación (raulíes, coigües, alerces, mañíos, tepas, cipreses), además de los restos que vinculan el presente con un pasado de extracción de la madera, la cual fue un medio de supervivencia y, por ende, la principal actividad económica de la zona. Esos restos nos muestran lo que fue y cómo se vivía en la década de los 60 hasta los 80.

UNA AMENAZA PREOCUPANTE

Cada año llegan más y más visitantes a la comuna de Cochamó y Hualaihue (lugar en donde está el volcán). Esto, por un lado, puede ser bueno en la medida en que se genera entre las personas un vínculo con la naturaleza y se desarrolla el turismo, lo que trae ingresos económicos a la zona. Pero, por otro lado, también resulta preocupante ver cómo rápidamente grandes extensiones de terreno de privados con propósitos de mega industrias aíslan a los habitantes que en tiempos ancestrales compartían caminos en común, que solidarizaban con el intercambio para la supervivencia, en donde familias enteras participaban de la construcción de embarcaciones para poder llegar a Puerto Montt y abastecerse. Hoy se da, a su vez, una situación paradojal: hay una buena conectividad de caminos pero, en simultáneo, accesos restringidos al patrimonio, y la actividad industrial gana cada vez más terreno y esto no solo se evidencia en el impacto ambiental acuático, sino también en la alteración del ecosistema de las montañas. Así, tenemos hoy una tarea, una responsabilidad: conservar este bello rincón y hacer que se vuelva sostenible la actividad económica.


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