Deportes outdoor: exceso de tecnología vs minimalismo
Hay discusión acerca de cuánta intervención humana ha de haber al momento de ir a la naturaleza.
DISTINTAS FORMAS DE APROXIMARSE A LA NATURALEZA
Hoy en día, cuando vamos a los cerros, podemos ser testigos de un verdadero “zoológico”, encontrando todo tipo de “tribus”: montañistas de la vieja escuela, senderistas, trail runners, deportistas de gimnasio, campistas, escaladores y, también, meros turistas. Cada cual llegará con “su estilo” y su “ideario” a circular por los cerros. Sin embargo, en esta masa diversa hay dos tendencias claras que podemos distinguir: los que llevan justo lo imprescindible, por un lado, y los que se cuelgan cuanto “chiche” puedan encontrar, por el otro. Creemos que detrás de estas dos formas de enfrentar la vida al aire libre hay toda una postura existencial digna de análisis.
SEGURIDAD Y TECNOLOGÍA
Todos sabemos que la montaña es peligrosa. Los accidentes están a la orden del día, así como la posibilidad de perderse. El terreno de montaña es, justamente, una zona que nos desafía, con riesgos que escapan a nuestro control. Allá no sólo hay paisajes maravillosos, sino también incomodidades, un clima hostil, soledad y -hay que decirlo- también sufrimiento y muerte. Por eso, ir a la montaña es dejar la zona de confort. Y, por eso, no todo el mundo lo hace; el montañismo no es para todos.
Para minimizar los riesgos y las posibilidades de sufrir un daño, es que los seres humanos tratamos de mejorar nuestras condiciones de seguridad desarrollando tecnología. Entonces inventamos chaquetas de pluma que nos mantengan abrigados incluso en medio de vendavales y temperaturas gélidas; entonces inventamos cascos para proteger nuestras cabezas en casos de caídas o desprendimientos de material. La pregunta ahora es: ¿hasta qué punto es válido revestirnos de cualquier medio posible para aumentar nuestra seguridad? ¿Hay, acaso, límites?
LLEVARSE A LA CIUDAD CONSIGO
Por ejemplo, para aumentar el confort de los visitantes, hoy es posible encontrar tendidos eléctricos en el campamento base del Everest (a 5.300 m). Y así, el turista de altura podrá estar conectado a wifi y 4G durante todo el tiempo que dure su expedición, para no tener que pasar por la “incómoda” situación de tener que dejar el celular (y a sus seguidores en redes sociales). También puede disponer de una ducha caliente y ver películas después de cenar. Es más: el campamento cuenta con “barrios”, como si fuera una ciudad, con algunos visitantes que “viven” de forma más acomodada que otros.
Más cerca de nosotros y de igual forma, en el campamento Confluencia -camino al Aconcagua- hay hasta un supermercado a 3.368 m de altitud. Las intervenciones en los Alpes (con teleféricos, trenes y hoteles en las cumbres) también parecen ir en la línea de evitar “incómodos” esfuerzos agotadores a los visitantes que llegan en masa, por un lado, y entender al medioambiente como una cantera para satisfacer el consumo de la ciudad, por el otro.
Entonces: el hombre civilizado también ha civilizado su entorno, con una sed por llevar el modo en cómo se vive en la ciudad también a los cerros. Hoy en día, muchos -cuando van a la naturaleza- se llevan la ciudad consigo.
Y, por esa actitud, hoy es frecuente ir a la naturaleza y ver cómo muchos realizan trekking con parlantes y música a todo chancho, por ejemplo. No les basta con escucharla en la casa, en el auto o la fiesta – también están ensanchando su forma de vivir en la ciudad por todas partes. Desde luego, tampoco hay cumbre sin foto al estilo selfie y su posterior réplica en redes sociales. Somos adictos a la tecnología.
MINIMALISMO
Justamente para combatir esa forma “invasiva” de aproximarse a la naturaleza es que también hay otra tendencia contrapuesta: la de llevar justo lo necesario, respetando la lógica propia del ambiente al que se va (salvaje, rústico, agreste). En términos prácticos, significa: sacrificar algo de confort y soportar, por ejemplo, días de desconexión (telefónica, de internet). Aquí hay un interés por respetar y cuidar a la naturaleza y sus habitantes, asumiendo también los riesgos que esto significa, de forma responsable.
En este ámbito se inscriben los que llegan a la naturaleza en una onda más contemplativa y, por supuesto, deportiva. Porque quien busca rendimiento en la montaña debe ir ligero y veloz. Ambos principios son recíprocos: para ir veloz, hay que ir ligero. Y la ligereza ayuda a ser más veloz. Así las cosas, no se puede llevar simplemente de todo a la montaña, porque eso significa: peso y bulto a cargar, lo que enlentece la marcha y perjudica el rendimiento deportivo.
Pero la tecnología ligera y de calidad (en ropa, carpas, cascos, colchonetas, piolets, etc.) es cara. Y ahí aparece otra paradoja: el dinero como filtro.
PALABRAS FINALES
No obstante, no hay que olvidar que la mejor condición de seguridad la proveerá siempre el conocimiento, la capacitación, la experiencia. Hay que tener ojo con depositar demasiada confianza en la tecnología, por ligera que sea: es útil disponer del último aparato con GPS del mercado, pero si no sabes de orientación básica o cómo leer el terreno y un mapa, puedes terminar muy mal, aun cuando estés con el aparato GPS en las manos. También puede que cuentes con el mejor dispositivo de avalanchas (ARVA), pero si no conoces las maniobras y pasos a seguir, no servirá de absolutamente nada. Y si no sabes dónde poner ni en qué dirección posicionar la super carpa que acabas de adquirir, tu noche será un desastre. La tecnología también falla: las baterías mueren, los artefactos se caen y se rompen, se descalibran, etc.
Al final, se trata de qué tipo de persona quieres ser y hasta dónde quieres llegar. Cuál es tu zona de confort y dónde empieza, ya, la zona de daño. Cómo te tomas el tema de la seguridad y la conexión con la naturaleza. Y esto es absolutamente personal. Lo importante es capacitarse y acumular experiencia, porque la tecnología no es garantía de nada. Y, así también, es muy importante que tus decisiones no afecten a otros.
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