Campos de Hielo Norte: a la conquista del San Valentín

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El Monte San Valentín, la cumbre más alta de la Patagonia, volvió a desafiar a una cordada chilena en pleno invierno. Esta es la historia de una aventura épica en el corazón de los Campos de Hielo Norte.

Todo partió con una búsqueda quimérica. ¿El plan? Hacer una expedición a los Campos de Hielo Norte e intentar un ascenso invernal al Monte San Valentín: una montaña donde solo dos expediciones han logrado hacer cumbre en invierno, según la documentación reciente.

El Monte San Valentín se levanta sobre el Campo de Hielo Norte, en el extremo norte del Parque Nacional Laguna San Rafael, región de Aysén, en plena Patagonia chilena. Colinda con el glaciar Circo y el cerro Cuerno de Plata al este; el glaciar San Rafael y el cerro Pirámide al oeste; y con el Cerro Fiero y la vasta extensión del Campo de Hielo Norte al sur. 

Con sus 4.072 msnm, es la cumbre más alta de la Patagonia y la gran atalaya del territorio austral. Su reputación es sumamente respetable: con condiciones similares a los Himalayas, pocas ascensiones estivales y apenas dos cumbres invernales documentadas en la historia. Nuestra expedición —entre julio y agosto de 2025— buscaba convertirse en la tercera.

El comienzo: un intento invernal entre hielos patagónicos

Felipe Malverde y la vista hacia el glaciar Mocho. Foto: Eduardo Retamales.

A inicios de julio, el invierno patagónico nos recibió menos hostil de lo esperado. Frente a nosotros, la gran meta: intentar la tercera cumbre invernal del San Valentín, esa montaña remota que se alza como un gigante blanco sobre el extremo norte de los Campos de Hielo Norte, un océano congelado que se derrama hasta el Pacífico.

La cordada estaba formada por Álvaro Quilodrán, Eduardo Retamales y Felipe Malverde, tres amigos y guías de montaña. Más que una cumbre, buscábamos cumplir un sueño: entrar a este territorio vasto y salvaje, poner a prueba nuestros límites y dialogar con la mítica montaña.

Cruce lago Leones. Foto: Eduardo Retamales.

El San Valentín no es solo la cima más alta del sur continental: también es un lugar cargado de historia. En 1952 fue ascendido por primera vez por el Club Andino de Bariloche. Décadas después, en 1989, el italiano Casimiro Ferrari lideró la primera ascensión invernal. En 1992 llegó la primera expedición chilena en hacer cumbre y en 2001, Camilo Rada y su equipo lograron el segundo ascenso invernal. Desde entonces, la cumbre de esta montaña ha resistido todos los intentos invernales, permaneciendo silenciosa en los inviernos.

Sabíamos que sumarnos a esta historia significaba enfrentarnos a un territorio donde la cumbre no depende solo de la fuerza o la técnica, sino del impredecible clima patagónico.

Preparativos: entrenar el cuerpo, templar la mente

Álvaro Quilodrán, Eduardo Retamales y Felipe Malverde: la cordada. Foto: Eduardo Retamales.

El proyecto tomó forma en diciembre de 2024 y en total fueron ocho meses de preparación:

  • 36 sesiones de entrenamiento físico: fuerza, resistencia, jornadas de montaña.
  • Entrenamiento mental para resistir el aislamiento y la dureza del invierno.
  • Estudios bibliográficos, mapas, meteorología y entrevistas a montañistas que habían estado allí.
  • Planificación para mover más de 250 kilos de equipo, sin porteadores ni apoyo externo.

El respaldo de Mammut, Fritschi, Stöckli y Colltex fue decisivo: no solo aportaron equipamiento técnico de alto nivel, sino confianza y visibilidad para reunir los recursos de otras marcas y así materializar el proyecto.

Rumbo al hielo

El 18 de julio, a las dos de la mañana, partimos desde Pucón rumbo al sur. Fueron más de 1.500 kilómetros en carretera, tres barcazas para cruzar los fiordos de Reloncaví y Largo, y dos días de viaje hasta Mallín Grande, Región de Aysén. Allí comenzaba la verdadera aventura.

Lago Leones: acceso este Campos de Hielo Norte. Foto: Eduardo Retamales.

La aproximación incluyó dos días de porteos por el Valle Leones hasta el Lago Leones, seguido de un cruce en bote hacia el campamento Heimp, nuestro primer gran campamento base. Desde allí empezamos a internarnos hacia el corazón de los Campos de Hielo Norte.

Ruta 7 de la Carretera Austral. Foto: Eduardo Retamales.

Cada día significaba horas de esfuerzo cargando peso entre bosques espesos, morrenas de roca y de glaciares que aún se encontraban abiertos producto de una retrasada llegada del invierno 2025 a  la zona. Desde ahí, la progresión en esquí era precaria: más que deslizar, consistía en esquivar hoyos entre rodados. El objetivo era claro: abastecer un depósito rumbo al Campamento Italiano, el último puesto seguro antes de llegar a las grandes extensiones de hielo que componen a Campos de Hielo Norte.

Álvaro Quilodrán al inicio del porteo. Foto: Eduardo Retamales.

Cruce lago Leones. Foto. Eduardo Retamal

El paisaje era brutal: glaciares desgarrados, avalanchas después de cada tormenta, y el constante recordatorio de que estábamos en territorio extremo. Como si fuera poco, al tercer día descubrimos que no estábamos solos: ratones del bosque habían atacado nuestra comida y mochilas, incluso carpas y equipo técnico. Otro desafío inesperado.

Progresión entre bosque mixto. Foto: Eduardo Retamales.

Campamento Heimp. Foto: Eduardo Retamales.

Durante esos días, la comunicación con John, nuestro meteorólogo, fue vital. Sus reportes satelitales nos permitieron movernos entre frentes cambiantes, eligiendo cuándo portear y cuándo esperar.

Felipe Malverde en las jornadas de porteo. Foto: Eduardo Retamales.

Campamento Heimp. Foto: Eduardo Retamales.

Cambio de rumbo

Glaciar Leones. Foto: Eduardo Retamales.

Tras 12 días de expedición, la estrategia parecía funcionar: ventanas de dos o tres días de buen tiempo nos daban esperanzas de intentar la cumbre. Pero todo cambió de golpe: los pequeños frentes se fusionaron en un sistema gigantesco de tormentas con más de dos semanas de duración.

Felipe Malverde en las jornadas de porteo. Foto: Eduardo Retamales.

Álvaro Quilodrán en Campamento Base. Foto: Eduardo Retamales.

El dilema era claro: avanzar y arriesgarnos a quedar atrapados en medio del hielo sin salida, o retroceder y aceptar que quizás este no era nuestro momento. Con un límite de 30 días de expedición, necesitábamos al menos una semana estable para intentar hacer cumbre y regresar a salvo. Navegar el Lago Leones en tormenta era impensable. No quedaba otra opción: había que retirarse.

La decisión dolió, pero era la correcta. El San Valentín seguiría permaneciendo en su silencio invernal.

Vista nocturna desde el Campamento Base. Foto. Eduardo Retamales.

El regreso: otra batalla

Desandar el camino fue tan duro como subirlo. Repetimos los porteos, arrastrando cargas mientras deshacíamos nuestra propia huella y, con ella, el sueño de cumbre. En tres días llegamos al valle.

Emplazamiento Campamento Base. Foto: Eduardo Retamales

El regreso incluyó además un episodio inesperado: una alerta de tsunami en la costa chilena, provocada por un terremoto en Rusia, nos dejó varados en Chaitén antes de poder tomar la barcaza por el Fiordo Largo.

Regreso: cruce lago Leones. Foto: Eduardo Retamales

Finalmente, después de más de dos semanas de esfuerzos, regresamos a salvo. Sin cumbre, pero con la certeza de haber tomado la decisión correcta.

Regreso: cruce lago Leones. Foto: Eduardo Retamales.

Más allá de la cumbre

Aunque la cima se mantuvo fuera de nuestro alcance, la montaña nos regaló algo igual de valioso: experiencia, aprendizaje y perspectiva.

Algunas cifras de la expedición:

  • 8 meses de preparación.
  • 36 sesiones de entrenamiento.
  • Más de 2.800 km de viaje terrestre.
  • 3 barcazas y 1 bote.
  • 250 kilos de equipo porteado de forma autónoma.
  • 110 km recorridos sobre hielo.
  • 40 ríos cruzados.
  • 7 parques nacionales atravesados.
  • 2 semanas de expedición.

Hoy, el Monte San Valentín sigue allí, imperturbable en invierno y esquivo en verano, como un guardián del Campo de Hielo Norte.

De iazquierda a derecha: Felipe Malverde, Álvaro Quilodrán y Eduardo Retamales. Foto: Eduardo Retamales.

No logramos su cumbre, pero comprendimos algo esencial: las montañas no se ganan ni se pierden, simplemente se transitan. Esta vez, el San Valentín nos enseñó que el verdadero valor estaba en el camino. Y por eso, volveremos.

Felipe Malverde y Eduardo Retamales. Foto: Eduardo Retamales.

Álvaro Quilodrán en Maillín Grande. Foto: Eduardo Retamales.

Vista nocturna desde el Campamento Base. Foto. Eduardo Retamales.


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